2007-06-30

002

02. Como la Filosofía, la Teología no la hace sino quien la necesita. Es decir, quien, en su insuficiencia suficiente y por su suficiencia insuficiente, se pregunta y pone su afán en responderse a su pregunta.

¿Cuál es esa pregunta, o cómo puede formularse?

Ya enuncié que, en último término, no es otra que la única pregunta humana: '¿quién soy yo?'; pero es obvio que el mero repetirlo no da ningún avance. El intentar glosarla, sin embargo, nos lleva de nuevo a discurrir por características básicas de la misma Teología, o, más precisamente, del hacer teológico mismo:

En efecto: la pregunta humana referida no brota, por así decirlo, de un terreno virgen: Quien en alguna forma llega a ser de tal manera consciente de ella que se la formula, lo hace después de haber recibido ya algunas respuestas a la misma:

No es un bebé quien se pregunta; pero sí fue a un bebé a quien se le planteó desde su nacimiento el problema de salvar su subsistencia. y fue él quien encontró en mamá alguna respuesta, por haber confiado en ella y haberle creído, por descubrirla o suponerla sabia y buena.

Paulatinamente y sin consciencia clara de su propio proceso, fue creciendo ese bebé y de infante pasó a niño y a púber, y luego a adolescente. Y repitió así en sí mismo el proceso que años antes habían vivido sus padres, quienes a su vez habían repetido el que vivieron los abuelos...

Y, como no hay cuaternas idénticas de abuelos, así tampoco hay padres iguales; ni, por tanto, son iguales las maneras de responder de cada pareja a la insuficiencia demandante de sus hijos; lo cual puede afirmarse aun cuando éstos son hermanos, pues han llegado a la familia en momentos y situaciones diferentes.

De donde resulta que el haber creído y confiado en sus papás, y haber, por tanto, recibido de ellos las primeras respuestas, tiene como consecuencia el que cada uno vaya formándose una 'mentalidad' distinta de la de todos los demás, entendido por 'mentalidad' el conjunto acumulado de persuasiones o saberes más o menos afianzado de manera disponible en la consciencia, conjunto que es, como mencionaba, no el terreno virgen, sino el terreno cultivado del que brotan en cada uno sus preguntas.

Es claro, no está de más anotar, que 'padres' o 'papás' está puesto originariamente por 'mamá'; pero que paulatinamente se va ampliando, hasta venir a estar puesto generalmente por 'familia', y, más tarde, por comunidades más y más extensas.

Cabe anotar también que, en el caso de gemelos, y mucho más monocigóticos, es común que las 'mentalidades' de ellos puedan ser tan similares como sus organismos, y, en los primeros años, difícilmente distinguibles; aunque tampoco es raro que con los años vayan más y más diferenciándose, por los rumbos distintos que uno y otro puedan haber ido tomando en su vida. Lo cual puede ejemplificar y confirmar lo arriba dicho, como lo confirma también la realidad de quienes no se han desarrollado propiamente en el seno de una familia donde haya habido de hecho un papá y una mamá.

Mi pregunta, por tanto, concreta acerca de mi 'quién soy yo' será del todo diferente de la de cualquiera otro, como cada árbol difiere de todos los demás, y es del todo inútil el pretender responderla con respuesta ajena: Nadie sino uno mismo puede formularla y provechosamente responderla; como nadie se nutre de ver comer a otros, sino sólo de lo que él mismo come y él mismo digiere.

No obstante lo anterior, es claro que cuando oímos o decimos 'árbol', entendemos a qué nos referimos, y aun imaginamos alguna forma o tipo de 'árbol', que, a la vez que representa o simboliza a todos, no corresponde exactamente a uno solo de ellos. Y, en forma paralela, puede concretarse en alguna manera la pregunta antes planteada por el 'quién soy yo'.

Porque, si bien cada mentalidad individual difiere de todas las demás, puede con todo hablarse de una 'mentalidad común', por ejemplo, de una familia, de un pequeño grupo humano, de una nación, de una clase social o de una época. Y, aunque es evidente que una mentalidad común será generalmente tanto menos común cuanto más numerosa sea la comunidad cuya se dice ser mentalidad, todavía expresiones tales como 'mentalidad juvenil', 'mentalidad obrera', 'mentalidad medieval', 'mentalidad japonesa', no carecen del todo de sentido.

No pretendo una tipificación exhaustiva (que el intentarlo dejaría exhausto a quien lo hiciera); sino más bien ilustrar lo dicho con algunos ejemplos (a los cuales pido no se les exija exactitud histórica o científica, sino se los tome simplemente como ejemplos):

Tal vez, desde mi mentalidad actual, podría concretar yo la pregunta '¿quién soy yo?' transfigurándola a esta otra: '¿qué sentido tiene mi vida?', equivalente más o menos a alguna de éstas más comunes: '¿para qué vale la pena vivir?', '¿a qué quiero dedicar mi vida?', '¿en qué quiero gastarla o desgastarla?'; o a ésta, presente en alguna manera en todas ellas: '¿Vale la pena vivir?'.

Es claro que ésta última presupone en algún modo que el 'vivir' es una 'pena' (o que es característico de la 'vida' el ser 'penosa'); y que no admite otra respuesta que la afirmativa, o la que pudiera presentarse en el retruécano 'Vale la pena vivir para quitarle a la vida lo penoso'.

Y esta forma última parece también estar latente en cualquier otra respuesta, al menos en cuanto es sin mucho esfuerzo transformable en esta otra: 'La vida es para ser feliz'.

En el fondo, creo que casi cualquier respuesta, si no todas, se puede reducir a esta única: 'La vida es para vivir' (cercana, sin duda, a 'La vida es para vivirla' o 'Si para algo vale la vida, es para vivirla). Y esta pregunta, apenas en algún grado ya concretizada, brota siempre de un alguien que en cierto grado se sabe a la vez insuficiente y suficiente...

'Suficiente' significa que se es, que se vive (o se está vivo); e 'insuficiente', que no se es plenamente, que no se vive en plenitud. Por lo que no es raro que la pregunta fundamental se explicite como búsqueda de respuesta a una amenaza.., lo que da para proponer los ejemplos típicos que siguen:

Puede ser el hambre la amenaza más inminente para un pueblo, y su pregunta por su propio ser tomará matices cómo éstos: '¿qué me puedo comer?', '¿dónde puedo hallar comida?', '¿qué puedo hacer para que no se me agote o me haga daño la comida?', '¿de dónde nos llega la comida?', etcétera.

Una comunidad o pueblo que se hace planteamientos de este orden, podrá probablemente incorporar en la definición explícita o implícita de su yo elementos como éstos: 'yo soy alguien que come'; 'el maíz me da de comer', 'la tierra y la lluvia me dan la comida', o, con alguna perspicacia mayor, 'es el Sol quien me proporciona el alimento', etcétera; de los cuales, como hacia la mamá, se podrán seguir también sentimientos de gratitud y cariño hacia el maíz, la tierra, la lluvia o el Sol...

Intencionadamente he puesto 'sol' con mayúscula, y me referí a él con el pronombre 'quien' y no con el pronombre 'que', para sugerir suavemente la fácil personificación de 'lo' (o 'el') responsable de que mi primera necesidad halle respuesta. Y, por seguir el mismo ejemplo, nada raro será que establezca yo una 'relación personal' con ese Sol, semejante a mí pero quizá más 'suficiente', que no se cansa de brillar y calentar, de fecundar la tierra y hacer crecer la semilla, y responsable generoso de todas las hojas, las semillas y los frutos.

Sea en Mesoamérica o en la delta del río Nilo, mi relación personal con el Sol se matizará con los matices de mi relación con mi 'mamá', y será diversa si a ella la he percibido consentidora o exigente, constante o caprichuda, etcétera; o, más generalmente, tendrá los rasgos o matices de mi relación con mi 'mamá-comunidad', que la configurarán como una relación de agradecimiento, servidumbre, complacencia, obediencia, temor, etcétera, o, más probablemente, de varios de estos y otros elementos de la índole de ellos.

Todo lo cual, según la mentalidad comunitaria, irá a dar fácilmente a tradiciones narradas o practicadas ritualmente, y dará consistencia a diversas especies de dogmática o moral, o, incluso, apologética, así sea ésta la muy primitiva de destruir a quien es ajeno a ellas...

Hubo un pueblo cuya responsabilidad era alimentar y contentar al Sol, para que cada aurora resurgiera victorioso de su duelo con los poderes de la noche. El manjar para ese Sol era la sangre humana, y ese pueblo se empeñó en proporcionárselo.., lo que a él le proporcionaba también alguna ventaja extra, al disfrutar de comodidades y lujos llegados aun de lejos.., ventaja concentrada especialmente en los que, unidos más o menos entre sí, en una especie de 'complot', tenían exclusivo acceso al Sol, y eran sus oráculos y sacerdotes...

Como indiqué, esto no es más que un mero ejemplo, más o menos fabulado, entre otros que pudieren elegirse. En él, es claro que, a la pregunta '¿quién soy yo?', aquel grupo humano había hallado una respuesta: 'Soy el Pueblo del Sol', y, con ella, satisfizo su inquietud doble: acerca de su 'de qué vivir' y de su 'para qué vivir'; a la vez que, implícitas en ellas, hallaba también otras respuestas, a preguntas tan instantes y comunes como las anteriores: '¿cómo vivir?' y '¿con quién vivir?' (pregunta ésta última que no es otra que la de '¿quiénes forman nuestro 'nosotros'?).

De ese Pueblo del Sol, a un tercio de circunferencia hacia el oriente y cerca de unos treinta siglos antes, hubo otro pueblo, que, aunque con dieta de cebollas, tenía más o menos resuelto su problema alimenticio; pero a costa de trabajos forzados y obligado control de su incremento poblacional; pueblo que en algún momento, acaudillado por alguien que, aunque nacido en palacio se había hecho digno de él, se decidió a ser libre, y lo logró adentrándose al desierto, atravesado algún brazo de mar que lo separó de quienes lo perseguían...

Ese pueblo también se respondió a sí mismo su pregunta, '¿quién soy yo?', por supuesto desde su mentalidad propia y con su propia tradición:

Fue el 'pueblo escogido' de Alguien que, compasivo, había ido a buscarlo a su esclavitud y a liberarlo; alguien más poderoso que los dioses de otros pueblos, cuya característica fundamental era el ser piadoso para con los oprimidos y el combatir con ellos para su libertad:

Era, pues, ese Alguien, el más poderoso de quienes dominan, el que por sí mismo se sostiene, el auténtico y el único, el poderoso y firme,.. Y, con los años, el que comanda las estrellas, los vientos y los mares, el Señor Universal, que llegará a serlo de todos los dioses y sus pueblos: el 'Señor de los Ejércitos', el 'Dios de los Pobres' y 'el Dios de la Justicia'...

Del 'Pueblo del Sol', menos lejana en tiempo y en distancia que aquél 'pueblo elegido', se encontraba la Europa del Medievo, heredera remota de éste último, arruinada en algún modo por las invasiones llamadas de los 'bárbaros' y acosada por las 'pestes' epidémicas. Y tuvo necesidad, como todos, de responderse a su pregunta: ¿quién soy yo?

Nada puede extrañarnos que un pueblo perceptor de la amenaza de muerte o extinción se preocupara especialmente de lo que pudiera sucederle (a él y a cada uno de sus individuos) más allá de la muerte, ni que haya elaborado y cultivado especialmente persuasiones relativas a 'ultratumba': 'cielo', 'infierno', 'purgatorio', 'limbo', 'sufragios', 'indulgencias', no rara vez relacionadas con 'cruzadas', 'peregrinaciones', 'apariciones', 'exorcismos', 'posesiones diabólicas', 'estados de gracia' o 'de pecado', 'pecados veniales y mortales', etcétera, condensadas quizá todas en la referente a un arca que, como la de Noé, navegaba entre las diluviales aguas del pecado y de la muerte hacia el seguro puerto de la 'salvación eterna' y fuera de la cual todo viviente perecía..; persuasiones subsistentes en algún modo entre nosotros, como herederos, no sólo del 'Pueblo del Sol' o sus vecinos y del 'pueblo elegido y liberado por el Dios de los Ejércitos', sino también de la Europa Medieval, con sus fantasías y sus fantasmas.

Y podrían bastar estos ejemplos, si no saltaran obvios otros muy cercanos, de los que sólo atiendo a uno: a un pueblo (como tantos otros, si no todos) formado por migrantes, vencedor y beneficiario principal de las dos más grandes guerras del extinto siglo XX:

Un pueblo, heredero de tradiciones inglesas de orígenes vikingos, con elites constituidas por 'varones blancos sajones protestantes', con la 'misión' universal de establecer y cuidar 'la libertad y la democracia' en todas las naciones, que se ha destacado por el desarrollo de su tecnología y su poder bélico, y que, al menos implícitamente, se hace a sí mismo la misma pregunta que todos nos hacemos: '¿quién soy yo?'

Su respuesta tiene que ver con la mentalidad heredada de su madre (que en la actualidad más que su madre parece su sirvienta), y enriquecida por las legiones de emigrados que lo integran, a quienes poco a poco se ha ido viendo obligado a asimilar.

Es un pueblo que se sabe 'suficiente' (como todos); pero que no puede dejar de olfatear la presencia circunvalante de su 'insuficiencia' (proyectada hacia fuera, en un mecanismo de pseudodefensa, que no fortalece, sino debilita).., y mucho menos después de un 11 de septiembre:

Ese pueblo, que un día en sus billetes escribió confiar en Dios (como lo escribe todavía: "in God we trust"), más bien, al sentirse amenazado en su propia casa por endeble, aun manteniendo su discurso sobre 'libertad y democracia', parece empeñarse cada vez más en demostrar en qué confía de veras: en su dinero y en sus armas, y en el uso dominante de ambos para mantener y alimentar sus exclusivos privilegios económicos.

Un pueblo, en breve, elegido, pero no por el Sol ni por Yahveh, sino simplemente por el dios Mercado, al que sirve y quien en todo lo protege... Porque la pregunta es de todos, pero cada quién se la formula y se la responde según la mentalidad que se ha formado.

Y, habiendo ejemplificado a mi ver suficientemente esto, puedo dar la impresión de no esmerarme por entrar al tema anunciado de la Teología.., tema en que, sin embargo, me creo inmerso de los primeros renglones de este escrito, hasta éstos que en él acabo de escribir. Sin embargo, trataré de hacer esto en delante más patente:

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