2007-08-24

012

12. La primera, en este orden, sería la ofrecida en el prólogo de Juan (01: 01.18), cuya densidad me exige transcribirlo todo:

°Al principio ya había Palabra: La Palabra estaba enfrente de Dios, y la Palabra misma también era Dios.

Desde el principio, la Palabra ya estaba enfrente de Dios: Todas las cosas fueron hechas por medio de esa Palabra; y nada de lo que existe ha sido hecho al margen de ella.

En la Palabra había vida, y esa vida era la luz para la raza humana. Esa luz está brillando en la obscuridad; y la obscuridad no la sofoca.

° Hubo un hombre que fue enviado por Dios: Se llamaba Juan, y anduvo como testigo: Su misión fue la de dar testimonio acerca de la Luz, para que, por él, todos fueran teniendo confianza.

Juan no era la Luz; sino quien había de dar testimonio de la Luz.

Estaba, además, la Luz: La verdadera Luz, la que ilumina a todos. Y ya estaba viniendo a este mundo.

Ya estaba en el mundo, puesto que el mundo fue hecho por medio de ella; pero el mundo no la reconocía: Había venido a lo que era suyo; pero los suyos no la habían aceptado.

A todos los que la recibieron, a los que ponen su confianza en la persona de esa luz, ella les ha dado la capacidad de convertirse en hijos de Dios.

Estos hijos de Dios no nacen de la sangre, ni nacen del querer de la fragilidad humana, ni tampoco de la voluntad de un varón; sino que nacen del mismo Dios.

° Y la Palabra se llegó a ser un frágil ser humano, y puso su enramada en medio de nosotros. Y pudimos contemplar su resplandor: el propio del Hijo único nacido del Padre, favorecido en todo y lleno de verdad.

Juan da testimonio acerca de él, y dice en voz alta:

Este es aquél de quien yo dije:

'Este que viene después de mí, me saca ventaja desde que existe; puesto que él ya era, antes que yo.'

° Porque todos nosotros hemos recibido favor tras favor, como algo que nos llega de la abundancia aquella de la que él está lleno.

Pues la ley se dio por medio de Moisés; pero el favor y la verdad se hicieron realidad por medio de Jesús, el Cristo.

A Dios nadie lo ha visto nunca; pero su Hijo único, el que se la pasa abrazándolo de frente, fue quien nos platicó de él.

De este prólogo juanino pueden entresacarse por lo menos estas afirmaciones acerca de quién es (o quién era) Jesús; y, al hacerlo, substituyo 'palabra' por el 'logos' transliterado del griego original [logoV] , de posibilidades múltiples de traducción ('palabra', 'verbo', 'dicho', 'razón', 'comprensión mental', 'expresión interior consciencial', etcétera), el elegir alguna de las cuales supondría un conocimiento amplio del muy probable substrato gnóstico de la expresión, o un condicionamiento a alguna escuela teológica exitosa).

Así pues, según el prólogo juanino, Jesús es:

El Logos, que ya era al principio, y estaba enfrente de Dios, y también era Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de ese Logos.

Estaba, además, la Luz: La verdadera Luz, que estaba viniendo ya a este mundo. Ya estaba en el mundo, puesto que el mundo fue hecho por medio de ella.

En el Logos había vida, y esa vida era la luz para la raza humana.

El Logos se llegó a ser un frágil ser humano, y puso su enramada en medio de nosotros. Y pudimos contemplar su resplandor: el propio del Hijo único nacido del Padre, favorecido en todo y lleno de verdad.

Nosotros hemos recibido favor tras favor, como algo que nos llega de la abundancia aquella de la que él está lleno. Pues el favor y la verdad se hicieron realidad por medio de Jesús, el Cristo.

A Dios nadie lo ha visto nunca; pero su Hijo único, el que se la pasa abrazándolo de frente, fue quien nos platicó de él.

Abreviando aún más, podemos decir, con Juan, que Jesús es el Logos, que es Dios, por medio del cual es hecho todo lo demás.

Muy probablemente es también Luz y es Vida (aunque no tanto se dice que él lo sea, sino que en él ellas se dan, se le aplican sin embargo iguales predicados [todas las cosas fueron hechas por medio del Logos = el mundo fue hecho por medio de la Luz]; aunque, en un lenguaje posterior, podría tal vez interpretarse más bien que la Luz y la Vida son el 'Espíritu Santo'. En todo caso, en el Logos había vida, y esa vida era la luz para la raza humana.

Es, además, un frágil ser humano, que puso su enramada en medio de nosotros; pero que, sin embargo, 'resplandece', puesto que pudimos contemplar su resplandor.

Y es también el Hijo único nacido del Padre, favorecido en todo y lleno de verdad (Verdad que pudiera ser sinónimo de Luz y Vida, igual que de 'Favor', por los paralelismos fraseológicos del texto original).

Por último, nosotros hemos recibido favor tras favor, como algo que nos llega de la abundancia aquella de la que él está lleno. Pues el favor y la verdad se hicieron realidad por medio de Jesús, el Cristo. Y a Dios nadie lo ha visto nunca; pero su Hijo único, el que se la pasa abrazándolo de frente, fue quien nos platicó de él.

A la pregunta, pues, sobre Jesús, nos responde el prólogo de Juan con una serie de sustantivos que, si bien en diversa forma, pueden predicarse de él:

El Logos, Dios, medio o instrumento hacedor de todo, Luz, Vida (o, al menos, depósito o lugar de ellas), un frágil ser humano cuyo resplandor pudimos contemplar, el Hijo único nacido del Padre, favorecido en todo y lleno de verdad, medio o instrumento plenario del favor y la verdad, el Cristo que platicó de Dios.

Lo cual, repetido más brevemente, nos dice que Jesús es Dios, unigénito del Padre; Luz, Vida, Verdad y Favor (y su depositario, a la vez), mediador de toda hechura, favor y verdad; frágil ser humano, el Cristo (= Mesías), que platicó de Dios... Con lo cual tendríamos suficiente para discurrir toda la vida. Pero puede ser conveniente seguir oteando en el relato evangélico de Juan, y especialmente en los discursos que en él se ponen en labios de Jesús.

Por no alargar esto mucho más de lo previsto, no transcribiré ahora frases de ellos que enuncian o apenas sí matizan lo mismo que el prólogo presenta; y, aun de las restantes, sólo algunas, que puedan parecerme de mayor significancia:

Un primer conjunto de ellas se ubican a la orilla del Jordán, puestas en boca del Bautista, de Jesús mismo o de sus primeros seguidores:

Juan lo presenta así (01: 29-34): ¡Mírenlo!: ¡El Borrego de Dios, que suprime el pecado de este mundo..! (...) El mismo que me mando a bañar con agua a la gente, fue quien me dijo: Cuando tú veas que el Espíritu baja y se queda sobre de uno, ése es el que baña con espíritu santo a la gente'. Eso fue lo yo que vi, y por eso yo atestiguo que éste es el Hijo de Dios.

Allí mismo, al otro día, dos de los aprendices de Juan empezaron a seguir a Jesús, y le preguntaron (01: 38): ¿Dónde te estás quedando, Rabino? (que quiere decir 'maestro'). El los invitó a mirar, y se quedaron con él toda la tarde.

Muy pronto, uno de ellos, Andrés, informó a Simón, su Hermano (01:41): ¡Ya encontramos al Cristo! (que quiere decir 'el Libertador': el escogido y consagrado por Dios, al que todos estábamos esperando). Y así fue como Andrés arrimó con Jesús a su hermano.

Al día siguiente, Jesús decidió irse para Galilea, e invitó allí a Felipe a acompañarlo; quien habla a Natanael de él (01: 45): ¡Ya encontramos al mismo de quien Moisés escribió en La Ley, y de quien también escribieron Los Profetas!: Es Jesús, el de Nazaret; el hijo de José.

Cuando, después de dudarlo un poco, Natanael busca a Jesús, acaba por decirle (01:49): ¡Rabino!: ¡Tú eres el hijo de Dios! ¡Eres un rey de Israel! A lo que Jesús añadió luego (01: 51): Van a ver que el cielo está abierto, y van a mirar a los mandaderos de Dios, que suben y bajan sobre este ser humano (palabras estas tres últimas con las que sin duda se refirió a sí mismo).

Al acercarse la fiesta de la Pascua, Jesús subió a Jerusalén, y fue al templo, y fustigó a los comerciantes que lo profanaban, diciendo a algunos de ellos, a los palomeros (02: 16): ¡No conviertan la casa de mi Padre en un mercado!

En entrevista nocturna con Nicodemo (que era del grupo de los separados, y gente importante de entre los judíos), Jesús le habla del Viento, y le afirma (03: 11): Nosotros decimos lo que sabemos y atestiguamos lo que hemos visto. (...) Y continúa (03: 13): Nadie ha subido al cielo, sino el mismo que bajó del cielo: este ser humano, que está en el cielo.

A lo que el comentarista añade amplio paréntesis (03: 16-21), en que afirma que a tal grado amó Dios al mundo, que entregó a su único Hijo; para que no perezca nadie de los que confíen en él; (...) porque Dios mandó al Hijo que viniera al mundo, no para condenar al mundo; sino para librar al mundo por medio de él. (...), y quien desconfía de él, ya con eso está condenado..: ¡Por no confiar en la persona del Hijo único de Dios!

Entre tanto, Juan también seguía con sus bañadas, y ante él acusaron a Jesús de hacer lo mismo. Juan lo defendió, arguyendo (03: 27,29,34-35): Nadie puede agarrar nada, sino lo que desde el cielo se le da. (...) El que está abrazado con la novia, ése es el novio. Y el amigo del novio, el que está al pendiente y escuchando, se llena de alegría al oír lo que el novio está diciendo. ¡Y ésta alegría mía es la que ya se me completó a mí! (...) El que fue enviado por Dios, habla con palabras de Dios; porque él no regatea al estar dando el Espíritu. El Padre ama al Hijo, y todo se lo ha puesto en la mano.

De camino de Judea a Galilea, Jesús pasa por Samaria. Allí dialoga con una mujer a la que dice (04: 14): El que beba del agua que yo le voy a dar, para siempre no va a volver a tener sed; sino que el Agua que le voy a dar, dentro de él se va a convertir en un manantial de un agua que borbotea dando auténtica vida.

Y al comentario de ella acerca de su esperanza en la llegada de "el Mesías, al que le dicen 'el Cristo'", Jesús se le presenta (04: 26): ¡Ese soy yo, el mismo que te ha estado hablando!

Algún tiempo después, Jesús subió a Jerusalén, a una fiesta. Y allí curó a un baldado que llevaba ya treinta y ocho años de enfermo, y le dijo que cargara su tendido, en día de descanso sagrado. Y comenta quien escribe (05: 17): Y, por esto, todavía más lo buscaban los judíos, para matarlo: Porque no solamente se tomaba libertades en descanso sagrado; sino que, además, a Dios le decía 'su Papá', y, con eso, él mismo se igualaba con Dios. Y todavía ellos añadieron (07: 20 [sic]): ¡Lo que pasa es que tú estás enchamucado!

Y sigue el comentario, que Juan pone en boca de Jesús (05: 19-23): El Hijo no puede hacer nada por iniciativa propia, si no ve antes lo que hace el Padre. Y eso que el Padre hace, el Hijo lo hace igual que él. (...) Pues así como el Padre pone en pie a los muertos y los hace vivir, así también el Hijo les da vida a quienes quiere dársela. Y así mismo (05: 24-25): Así como el Padre está lleno de vida, así le dio también al Hijo que esté lleno de vida; y le dio la autoridad para que juzgue y dé sentencia, porque el Hijo es ser humano.

Y, concluye, en boca de Jesús (05: 39): Pónganse a estudiar la Biblia y pónganse a buscar en ella; puesto que a ustedes les parece que en ella tienen auténtica vida..! ¡Esa misma Biblia es mi testigo, y ella da testimonio acerca de mí! Y (05: 46): Si ustedes le tuvieran confianza a Moisés, también me tendrían confianza a mí; puesto que Moisés escribió acerca de mí.

Al otro lado del Mar de Galilea, lo fue siguiendo mucha gente, él les dio de comer con cinco panes y dos peces, tras lo cual la gente comentaba (06: 14): ¡De veras que éste es el profeta que el mundo estaba esperando!

Evocaron ellos el maná, como señal del cielo, y él replicó (06: 32-33): No fue Moisés quien les dio a ustedes el pan llegado del cielo; sino que es mi Papá quien les está dando el pan verdadero que les llega del cielo. Porque el pan de Dios, es quien está bajando del cielo y está dando vida al mundo. Y a petición por pan de ellos, les añadió (06: 48): ¡Yo soy el pan que da la vida!

Los judíos lo conocían perfectamente, y cuchicheaban (06: 42): ¡Este es Jesús, el hijo de José! Y nosotros conocemos a su papá y a su mamá... ¿Cómo es que ahora anda diciendo: 'Yo bajé del cielo'? Lo que da ocasión a otro paréntesis del evangelista (06: 46): (Esto no quiere decir que alguien haya visto al Padre; a no ser el que tiene su ser a partir del Padre: ¡Ese sí que ha visto al Padre!)

Jesús retoma el tema alimenticio (06: 51): ¡Yo soy el pan lleno de vida, que está bajando desde el cielo! Y concluye (06: 56-58): Si uno come mi cuerpo y bebe mi sangre, él se queda dentro de mí, y yo me quedo dentro de él. A mí me envió el Padre, que está lleno de vida, y yo estoy lleno de vida, alimentado por el Padre. Así también, todo el que me coma, al ser alimentado por mí, va a estar lleno de vida. ¡Este pan es el que bajó del cielo!: No como el que comieron los antepasados, que murieron: El que coma este pan, estará vivo para siempre...

El episodio termina con la retirada de muchos y la pregunta de Jesús a su Docena, a la que Pedro responde, como ya lo vimos antes (Cfr 06: 68-69).

A la siguiente fiesta de las enramadas, Jesús, subido a Jerusalén medio de incógnito, andaba durante la feria en las habladas de la gente (07: 12): Unos decían: "¡Es una buena persona!" Pero otros decían: "¡No!: es alguien que desorienta a la gente". Otras habladas eran (07: 25-27): "¡Qué!, ¿no es éste al que tratan de matar? El hecho es que habla abiertamente, y no le dicen nada... ¿Será que ya los principales se habrán dado cuenta de que de veras él es el Cristo, el Elegido? Pero, de éste, sabemos de dónde viene; y, cuando el Cristo venga, nadie va a saber de dónde viene."

Y el último día de nuevo se suscitó la discusión (07: 40-42): Del gentío, algunos decían "¡De veras que éste es el Profeta!", y otros: "¡Este es el Cristo!"; pero otros contestaban: "¿Cómo el Cristo va a venir de Galilea? ¿No dice la Biblia que vendrá 'de la fértil semilla de David, y del pequeño rancho de Belén, la tierra de David'?" Y la discusión se dio hasta entre las autoridades del más alto nivel.

En esos días, Jesús también les dijo, en el templo, donde las alcancías (08: 12): ¡Yo soy la luz del mundo! El que camine siguiéndome a mí, es seguro que no va a andar en medio de oscuridades; sino que va a tener la luz que da la vida.

Y, a propósito de sus declaraciones, expresó (08: 14): Aunque sea yo quien declara acerca de mí mismo, mi declaración sí tiene valor; porque yo sé de dónde vengo y a dónde voy. Y (08: 16): Si yo me pongo a juzgar, mi juicio sí tiene valor. Porque no soy yo solo quien está juzgando, sino que somos yo, y el Padre, que me envió. Y en seguida completó (08: 19): Ustedes no saben quién soy yo, ni tampoco saben quién es mi Papá: Si supieran quién soy yo, sabrían también quién es mi Papá.

Y luego precisó más todavía (08: 23): La realidad de ustedes viene de lo de abajo; La mía, de lo de arriba. La de ustedes viene de este mundo; la mía, no. Para continuar (08: 24): Si ustedes no tienen la confianza de que yo soy, van a morir con sus pecados. Y concluir, a pregunta expresa que le hicieron (08:25): —¿Quién eres tú?— Para empezar, alguien que les está hablando...

Nada le entendieron, y añadió (08: 28-29): Cuando ustedes alcen a este ser humano, entonces se van a dar cuenta de que yo soy, y de que no hago nada por mi cuenta; sino que, si les hablo algo, es conforme a lo que el Padre me enseñó. Y el que me envió, está conmigo y me acompaña: El nunca me deja solo, porque yo siempre hago lo que le gusta a él.

Cuando, por defenderse, ellos le dijeron (08: 41): ¡El único padre que tenemos, es Dios!, él les contestó (08: 42): Si Dios fuera su padre, ustedes me tendrían amor a mí... Porque yo salí de Dios, y vine de parte de él. Y todavía añadió, retándolos (08: 42): ¿Quién de ustedes puede echarme en cara algún pecado? Y a la respuesta de ellos (08: 48): ¡Bien decimos que tú no eres fiel a nuestra religión, y que tienes un chamuco dentro!, les contestó (08: 49): ¡No tengo dentro ningún chamuco..! A mi Papá, yo lo honro y lo respeto.

Insistieron, ofendiéndolo (08: 53): ¿Quién te crees que eres?, y todavía les contestó (08: 54): Si yo mismo me hago propaganda, mi prestigio no sirve para nada. Pero quien me llena de gloria es mi Papá, el que ustedes dicen que es su Dios. Sólo que ustedes no lo conocen, y yo sí lo conozco. Y, por último, añadió, todavía en el templo (08: 58): ¡Yo soy, desde antes de que Abraham viniera a la existencia!

Se topó después con un ciego de nacimiento, y declaró (09: 05): El tiempo que yo esté en el mundo, yo soy la luz del mundo. Lo envió a lavarse los ojos en la Alberca del Misionero (que quiere decir 'del Enviado'), y luego el ex-ciego profesó (09: 11): Ese que se llama 'Jesús', hizo lodo, y me lo untó en los ojos, y me dijo: 'Ve al Misionero, y lávate'. Entonces, yo fui y me lavé, y recobré la vista.

Algunos segregados concluyeron acerca de Jesús (09: 16): Este hombre no viene de parte de Dios, porque no respeta el descanso sagrado. Y, a su pregunta (¿Tú, qué dices acerca de él?), el ciego respondió (09: 17): ¡Que es un profeta! Y, como le siguieran arguyendo, contestó (09: 25,30-31,33): Yo no sé si sea pecador... Lo que yo sé es que yo era ciego, y que ahora estoy mirando. (...) ¡Pues eso mismo es lo sorprendente..!: ¡Que ustedes no sepan ni de dónde es, y que él haya abierto mis ojos! Sabemos que Dios no oye a los pecadores; sino que a quien él oye es al que le da culto y hace su voluntad... Si éste no fuera alguien que viene de parte de Dios, no podría haber hecho nada.

Jesús se encontró de nuevo al ex-ciego, y le preguntó (10: 35): ¿Tienes confianza en el Hijo de Dios?; y, al preguntar 'quién es' el ciego, Jesús le respondió (10: 35): ¡Es el mismo que miraste, y el que está hablando contigo!

Jesús les contó luego un relato popular, de un corral, su puerta, y los pastores y borregos; y terminó (10: 09,10): Yo soy la puerta de las borregos... Yo soy la puerta: Si un borrego entra por mí, quedará a salvo, y podrá entrar y salir, y hallar pastura. (...) ¡Yo vine para que tengan vida, y para que la tengan sin medida!

Y, al propósito, añadió (10: 14-15): Yo soy el auténtico pastor: Reconozco a los que son míos, y ellos me reconocen; como el Padre me reconoce a mí, y yo lo reconozco a él. Y entrego mi vida por los borregos.

Y completó (10: 17-18): Esta es la prueba de que mi Papá me ama: Que yo entrego mi vida, para otra vez recuperarla. Nadie me la quita; sino que yo la entrego de mi propia cuenta. Tengo poder para entregarla, y tengo poder para agarrarla de nuevo. Es el mandato que mi Papá me dio.

Con lo que de nuevo se suscitó la discusión (10: 19-21): Muchos de ellos, se pusieron a decir: ¡Tiene un chamuco, y está delirando..! ¿Para qué le hacen caso? Pero otros decían: ¡Estas palabras no son las de un enchamucado!: ¡Un chamuco no puede abrirles los ojos a los ciegos!

A la feria siguiente, la de la Renovación, en temporada de lluvias, los judíos le preguntaron, en el Portal de Salomón, en el templo (10: 24): ¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo con toda franqueza. Y él les contestó (10: 25): ¡Ya les he dicho eso a ustedes; pero les falta la confianza!

Y añadió (10: 26-29): Y no tienen confianza, porque no son de mis borregos. Mis borregos le hacen caso a mi voz; yo los conozco, y ellos me siguen; les doy auténtica vida, y no se pierden para siempre; y nadie va a poder arrebatármelos de la mano. Mi Papá, que es el que me dio el rebaño, es más fuerte que cualquiera otro. Y a mi Papá, nadie puede arrebatarle algo de las manos. Para concluir, con la más plena claridad (10: 26-29): Yo y el Padre somos uno mismo.

Quisieron apedrearlo, y él les arguyó; a lo que le respondieron (10: 33): No te estamos apedreando por ningún trabajo de provecho; sino por estar blasfemando: ¡Porque tú, siendo un ser humano, te haces Dios a ti mismo! Y él se evadió en esta respuesta (10: 35): La Biblia les dijo 'Dioses' a los que les llegó la palabra de Dios; y la Biblia no puede fallar...

Pero insistió luego en su punto (10: 36-37): A mí, el Padre me separó y me hizo suyo, y me envió a misionar el mundo... ¿Cómo dicen ustedes que ando blasfemando, porque yo dije que soy hijo de Dios? Si yo no hago los trabajos de mi Papá, ustedes no me hagan confianza... Pero, aunque no me hagan confianza: Si yo hago esos trabajos, háganles confianza a ellos; para que sepan y comprendan que el Padre está dentro de mí y yo estoy dentro del Padre.

Habiéndose refugiado Jesús al otro lado del río, en La Datilera enfermó y murió un gran amigo suyo. Al consolar Jesús a una hermana del difunto, ella le expresó su esperanza (11: 24): Ya sé que se va a poner en pie, en la puesta en pie del último día. Pero Jesús le contestó (11: 25): ¡Yo soy la Puesta en Pie; y yo soy la Vida!

Y añadió luego (11: 25-26): El que ponga su confianza en mí, seguirá vivo, aunque se muera. Pues nadie que en vida ponga en mí su confianza, va a morir con una muerte que sea definitiva. ¿Tú tienes esta confianza?

Y ella contestó (11: 27): Sí, Señor: Yo tengo la firme confianza de que tú eres el Cristo, el hijo de Dios: ¡El que había de venir al mundo! Y se fue a avisarle a la otra hermana (11: 28): El Maestro está aquí, y te llama...

Días antes de Pascua, Jesús volvió Jerusalén. El gentío que había ido a la feria se enteró, y salió a recibirlo. Y gritaban (12: 13): ¡Bravo, bravo!, ¡viva, viva!: '¡Bendito es el que viene en nombre del Señor!' ¡Bendígalo el Reino de Israel! ¡Recíbalo, que ya llegó su Rey!

La víspera de la Pascua, estando a la cena, Jesús sabe que el Padre le dejó todo en sus manos, y que él salió de Dios y se va hacia Dios (13: 03). Lava los pies a sus aprendices, y luego les explica (13: 13-14): Ustedes me hablan a mí diciéndome 'Maestro', y 'Señor'. Y hacen bien; porque eso soy yo. Entonces, si yo, que soy el Señor y el Maestro, les lavé los pies a ustedes, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.

Salido Judas de la cena, Jesús se explayó, diciendo (13: 31-32): Ahora, este ser humano se ha llenado de gloria, y, dentro de él, también Dios se ha llenado de gloria. Y si Dios se llenó de gloria dentro de él, Dios, dentro de sí, lo va a llenar de gloria a él. Y lo va a llenar de gloria pronto. Y continuó hablando con ellos.

Les habló de su ida próxima, pero los animó (14: 01-02, 04): ¡Ustedes tienen confianza en Dios, y también en mí tienen confianza! ¡Hay muchos cuartos en la casa de mi Papá! Si no los hubiera, yo no les hubiera dicho a ustedes que me voy para prepararles un lugar. (...) Y ya conocen el camino para donde voy...

Después de esto, a pregunta de Tomás, uno de ellos, respondió (14: 06-07): ¡Yo soy el camino..! Y soy la verdad, y soy la vida. Nadie llega al Padre, si no es yendo a través de mí: Si ustedes me han reconocido a mí, también van a reconocer a mi Papá... ¡Y desde ahora ya lo reconocen, y ya lo tienen visto!

Y a Felipe (14: 08-10): ¡Felipe..!: ¿Llevo tanto tiempo con ustedes, y no me reconoces..?: ¿Cómo es que dices: '¡Señálanos al Padre!'? ¿No tienes la confianza de que yo estoy dentro del Padre, y el Padre está dentro de mí? Las cosas que yo les digo a ustedes, no las hablo de mi propia cuenta: El Padre, que está siempre dentro de mí, es el que hace su trabajo.

Añadió, más delante (14: 26): El Padre va a enviarles a ustedes al Animador: ¡Al Espíritu Santo! Y él les va a enseñar todo a ustedes, de mi parte y por mi cuenta, y les va a recordar todo lo que yo les dije.

Y poco después (14: 28): Ya oyeron que les dije: 'Me voy, y regreso a visitarlos'. Si ustedes me amaran, se pondrían alegres: Porque voy a ir a ver al Padre, y el Padre es más grande que yo.

Continuó hablando con ellos, probablemente de camino (15: 01,05,07-08): La verdadera vid, soy yo, y el trabajador que la cuida, es mi Papá. Quédense dentro de mí, y yo dentro de ustedes. Una guía, si no sigue en la vid, no puede producir nada de por sí; y así tampoco ustedes, si no siguen en mí. Si se quedan dentro de mí y lo que les dije se queda dentro de ustedes, van a pedir lo que quieran, y lo van a conseguir: Mi Papá se llena de gloria con que ustedes produzcan mucho y se conviertan en aprendices míos.

Y volvió a hablarles de su ida: (16: 07,12-13): ¡A ustedes les conviene que me vaya!: Si yo no me voy, el Animador no va a venir a visitarlos. En cambio, si me voy, yo lo voy a mandar a que los visite. Yo tengo todavía muchas cosas que decirles a ustedes; pero son cosas que por ahora ustedes no pueden soportar. Pero cuando él venga, el Espíritu de la Verdad, él va a guiarlos con la verdad total...

Y explicó aún más (16: 13-15): El no va a hablar por cuenta propia. Sino que va a decir lo que oiga, y les va a informar acerca de lo porvenir. El me va a llenar de gloria, porque va a agarrar de mis cosas, y les va a informar a ustedes. ¡Todas las cosas que tiene el Padre, son mías..!: Por eso les dije que va a agarrar 'de mis cosas', y que les va a informar de ellas.

Y así mismo (16: 26-28): Va a llegar el momento en que ya no les voy a hablar a base de ejemplos; sino que les voy a informar acerca del Padre hablándoles con toda franqueza y libertad. Ese día, ustedes van a pedir cosas de parte mía y por cuenta mía. Y yo no les digo que le voy a pedir al Padre a propósito de ustedes... ¡Pues el mismo Padre está encariñado con ustedes, porque ustedes me han entregado su cariño! ¡Y, además, ustedes han tenido, y tienen, la confianza de que yo salí de parte de Dios!: Salí del Padre, y llegué al mundo. ¡Esta vez, dejo al mundo, y agarro camino hacia el Padre!

A lo que ellos respondieron (16: 26-28): ¡Ahora sí que estás hablando con toda franqueza, y sin andar diciendo ejemplos! ¡Ahora nos damos cuenta de que lo sabes todo, y de que no hace falta que nadie te esté preguntando!: Con esto, ya tenemos la confianza de que tú saliste desde Dios.

Después de esto, Jesús, hablando con su Papá, hizo su oración (17). En ella, como de paso, habla de su Papá, de sí mismo y de los suyos, así como de su Poder, su Gloria, su Palabra, su Verdad, su Amor y su Alegría, que, recibidas de su Papá, entrega a los suyos:

§ (17: 01-03): ¡Papá!: Ha llegado el momento... ¡Dale gloria a tu Hijo, para que tu Hijo te llene a ti de gloria! Ha de ser así, por el poder que tú le diste a él sobre todos los débiles seres humanos: El poder de dar vida auténtica y definitiva a la totalidad de aquéllos que tú le tienes dados. (Y esa vida consiste en esto: En que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y que conozcan a Jesús, el Cristo que tú enviaste)

§ (17: 04-05): Papá: Yo te llené de gloria sobre la tierra, llevando a cabo el trabajo que tú pusiste en mis manos para que yo lo hiciera... Ahora, tú lléname de gloria junto a ti mismo, con la misma gloria que yo tenía ya junto a ti desde antes de que existiera el mundo.

§ (17: 20-21): ¡Papá!: No te pido únicamente acerca de ellos; sino también acerca de todos los que pongan su confianza en mí, gracias a la palabra de ellos: ¡Que todos ellos sean uno solo!: Como tú estás dentro de mí y yo estoy dentro de ti, que también ellos sean uno dentro de nosotros; para que crea el mundo que fuiste tú quien a mí me mandaste, como enviado tuyo.

§ (17: 22-23): Yo ya les di también la gloria de la que tú me llenaste, para que ellos sean uno, como nosotros somos uno: Yo dentro de ellos, y tú dentro de mí... Para que en todo estén completos, y alcancen la unidad: ¡Así va a conocer el mundo que tú fuiste quien me enviaste..! ¡Y que, igual que me amaste a mí, también los amaste a ellos!

Atravesaron luego el barranco del Cedrón, hasta una huerta, en la que Jesús fue detenido. A quienes lo detenían, les preguntó (18: 04): ¿A quién buscan? Le respondieron (18: 05): A Jesús, el nazareno. Y él les contestó (18: 05): ¡Yo soy! Y la segunda vez (18: 08): ¡Ya les dije que yo soy..!

Detenido Jesús, fue llevado al patio del jefe de los sacerdotes, y de allí al palacio de gobierno del Imperio, donde los judíos lo presentaron como malhechor (18: 30): ¡Nosotros no te lo hubiéramos entregado, si no se tratara de un malhechor!

Pilatos, el gobernador, lo interrogó (18: 33): ¿Eres tú el jefe de la nación judía? El respondió (18: 33): Mi reinado no es algo que brote de este mundo... Insistió el gobernador (18: 37): Por lo tanto, ¿tú sí eres el jefe de la nación? Y él (18: 33): ¡Tú eres quien dice que yo soy el jefe..! Yo nací para algo, y vine al mundo para algo: ¡Para ser testigo en favor de la verdad! Cualquiera que venga de la verdad, escucha mi voz. Con lo que el gobernador salió y dio su informe a los judíos (18: 33): Yo no hallo en él ninguna causa... Y preguntó (18: 39): ¿Quieren que les deje libre al rey de los judíos?

Al fin, lo entregó a ellos, para que se le crucificara, y él escribió la causa, para que en la cruz fuera exhibida (19: 19): Jesús el Nazareno, el rey de los judios.

En la madrugada del primer día de la semana, habiendo ido Magdalena al sepulcro, llevó a Pedro y a Juan esta información (20: 02): ¡Quitaron del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo hayan puesto! Volvió al sepulcro, y halló dos mandaderos, que le preguntaron por qué estaba llorando. Y les dijo, en respuesta (20: 13): Porque quitaron a mi Señor, y no sé donde lo pusieron.

Miró ella hacia atrás, y vio a Jesús, de pie; pero no lo reconoció y pensó que era el hortelano. Le dijo él por su nombre; lo reconoció, y le dijo (20: 16): ¡Rabino! (que quiere decir: '¡Maestro!'). Entonces, él le dijo (20: 17): ¡Suéltame..!; porque todavía no he subido a ver al Padre. Pero ve a ver a mis hermanos, y diles: 'Subo a ver a mi Papá, que es también el Papá de ustedes; a mi Dios, que es también el Dios de ustedes.' Ella va a los aprendices, y les dice ( 20: 18): ¡Miré al Señor..!

A los ocho días, Jesús los visitó segunda vez, y le dijo a Tomás, uno de ellos (20: 27): Arrima aquí tu dedo, y mira mis manos. Y arrima tu mano, y métela en mi costado. ¡Y no te hagas desconfiado; sino fiel y confiado! Y respondió Tomás (20: 28): ¡Señor mío y Dios mío!

Sigue a esto el episodio de las 'dos veces siete oncenas de pescados grandes, menos uno', ya narrado, y termina Juan con un epílogo (20: 30-31; 21:25), en que después de decir no haber escrito todas las señales que Jesús hizo ante los aprendices, concluye (20: 31): Estas fueron escritas para que ustedes tengan la confianza de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Y para que, al tener confianza, tengan vida de parte de él y por cuenta suya, y dentro de la persona de él.

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011

11. Tal vez pueda ayudar para ilustrar esto el atender centralmente al asunto central anteriormente planteado: '¿quién es Jesús?', porque parecería que a 'comprehender' una apropiada respuesta a esta pregunta se han dedicado muchos esfuerzos a través de veinte siglos de historia de la Iglesia. Lo cual no ha de extrañar, como que en la misma pregunta está implicada la otra, más inmediatamente urgente para los cristianos: '¿qué (o quién) es la Iglesia?; es decir: ¿quiénes somos 'nosotros'?

Es más: en la hipótesis en que nos hemos estado moviendo, una atinada respuesta a aquella sola pregunta viene a responder a la pregunta que todo hombre se hace, '¿quién soy yo?', y respondería así a la pregunta que todos los seres humanos nos hacemos, ya no en nuestra individualidad escueta, sino en la insoslayable intersubjetividad que nos conjunta; pregunta conjunta que se podría formular por este rumbo: '¿quiénes somos 'nosotros'?, entendido 'nosotros' por la humanidad entera, la de todos los tiempos y regiones.

Todavía, la misma pregunta admite formulaciones diversas, en el fondo equivalentes todas entre sí: ¿qué es la humanidad, es decir, la raza humana?, '¿qué es la 'humanidad'? (o sea, ¿en qué consiste que el ser humano sea precisamente 'humano'?), ¿qué es lo que humaniza al hombre?, y cualquiera otra que surja en la consciencia humana de quienquiera que, no contento con una condición de mero 'homínido', aspira a constituirse a sí mismo como 'hombre'.

Creo que esta pregunta única, y quizá la formulación de ella expresada al final del párrafo que a éste precede, es en último término la 'pregunta humana' por antonomasia, excelencia o eminencia: la que en el sentido más pleno amerita ser llamada 'humana', la que sobresale de entre todas las preguntas y la que en alguna manera está implicada en todas ellas a la vez que las implica.

A ella, como arriba quedó dicho, la comunidad cristiana ofrece una 'respuesta', no meramente verbal o conceptual, sino 'vital' o 'existencial': con su vivir mismo y en él, se responde a sí misma su pregunta, a la vez que la responde a los demás; a la vez, cabe precisarlo, que presenta u ofrece una respuesta a la consideración de los demás; más precisamente, según el sentir y juzgar de la comunidad, presenta 'la' respuesta, la más plena y auténtica respuesta que el hombre pueda darse, jamás para imponerla, sino como el mesero que presenta y ofrece un manjar a quien lo tiene a su servicio.

Esta 'respuesta' eclesial y viva a la pregunta es, en primer lugar, la Iglesia misma, la comunidad; pero toda ella es una comunidad referencial: un algo que no se explica en su 'es' ni en su 'qué es' sino por una referencia: la referencia a Jesús de Nazareth.

Esto, desde la teología cristiana. Pero creo puede afirmarse que cualquier otra teología que de verdad lo sea no tiene otra intención ni otro 'objeto' que la respuesta a la misma única pregunta básica del hombre. Y creo que esto vale, no sólo para lo que más estrictamente pueda ser llamado 'teología'; sino para cualquier germen o aun semilla de ella, en el grado de elaboración en que se halle (aun el meramente ritual o moral, o el meramente legendario o mítico).

La pregunta, pues, en la que me pienso detener, pasa a ser la pregunta por Jesús, el referente de la Iglesia: ¿quién es él? La misma que, según los evangelios, algunos emisarios del Bautista preso plantearon a Jesús, la que en varias ocasiones se hicieron a sí mismos los Apóstoles, la que al detenido Jesús preguntó solemnemente Caifás ante el pleno de la Junta Suprema de Israel, y la que Jesús mismo planteó a su grupo más cercano en los territorios paganos del Noroeste... Pregunta que, en el fondo, como parece claro por lo ya expuesto, se había planteado ya el Salmista (S 008: 04-07):

Estoy mirando el cielo.
Con mis ojos
las obras de tus dedos yo contemplo.
Ante la magnitud de su misterio,
yo me siento
inmensamente solo.
Y al mirar tus estrellas y tu luna
y tu universo incógnito,
surge en mi corazón una pregunta:

¿Qué ves en tu creatura,
en este hombre de lodo,
que tú, tan sin matices ni mesura,
haces señor de todo
y cuidas con desvelo y con ternura?

A la misma pregunta, Quelet se empeña en buscar una respuesta (02: 03):

¿En qué aprovecha el hombre
sus sueños, sus trabajos y sus búsquedas?
¿De qué le sirve entonces
lo que su vida ocupa:
sus afanes, sus ansias y sus dudas?

¿Que utilidad encuentra
en su diario quehacer y sufrimiento?
¿Y qué provecho dejan
días de trabajo intenso
y noches sin dormir y de desvelo?

Y el mismo sabio (llamado también 'Eclesiastés'), en su desesperación, en algún momento llega a dar el asunto por resuelto.., para volver en seguida a él y proponerse revisarlo (Ql 03: 16-21):

Yo, el maestro Quelet, sigo observando lo que sucede en este mundo:

En el mismo lugar donde las leyes se hacen, yo miro que los delitos abundan;
y en el tribunal de la justicia, la injusticia es el pan de cada día.

Y, al verlo, reflexiono en esta forma:

"Dios habrá de juzgar al justo y al malvado.
Pero cada cosa tiene su momento, y hay un sitio para cada una."

En resumen, esta es mi conclusión acerca del ser humano:

"Dios deja hacer al hombre,
para que experimente cómo vive:
Así, el hombre conoce
que en nada se distingue
de tantos animales como existen.

"El hombre y el animal
tienen un común destino,
y, al morir, por parejo
van a dar al mismo sitio:

"Uno muere y el otro también muere,
y el mismo aliento tienen uno y otro.
En nada supera el hombre al bruto:
y al igual se evaporan en un soplo.
Los dos vienen del polvo de la tierra,
y los dos van a dar al mismo polvo."

¿O será que el aliento del hombre sube al cielo,
y el aliento de la bestia baja a lo hondo de la tierra?

Dicho lo cual, regreso a la pregunta, '¿quién es Jesús?', para ir pasando a algunas consideraciones sobre las respuestas que la Iglesia ha dado a ella, algunas de las primeras de ellas expresadas con suficiente explicitud en los escritos que forman el Nuevo Testamento: ni en ellos, sin embargo, ni en los consecuentes, puedo detenerme demasiado, como ni asomarme quizá a las múltiples manifestaciones de ella en los más diversos productos culturales 'cristianos': imágenes, esculturas, cantos, música, arquitectura, peregrinaciones, rituales, oraciones, organizaciones, ejércitos y guerras, órdenes, apariciones, milagros, concordatos, aparatos jurídicos y de tormento, guardias suizos, medallas y monedas, etcétera, etcétera, etcétera...

Sin demasiada precisión, presentaré algunas respuestas neotestamentarias, no en su orden histórico, sino en un supuesto orden cronológico:

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010

10. Así Pedro como Juan, como sus otros compañeros, se vieron también necesitados, al empezar a actuar como testigos, de una nueva 'comprensión' acerca de Jesús. No les bastaba ya simplemente el haberse sentido comprendidos por él y el considerar que ellos le habían dado alguna comprensión y aun lo habían comprendido: requerían, además, tal comprensión de él, que pudieran hacerlo comprensible a otras personas:

A Pedro, según lo narra Lucas (Hz 02: 14-36), el problema se le planteó a los siete semanas de la pascua, con ocasión de la Fiesta de las Semanas [quizá más bien de la 'semana de semanas'], también llamada de Pentecostés. Y salió del apuro como pudo:

Pedro se puso de pie, junto con los once. Y, alzando la voz, se puso a pronunciar estas palabras:

[Pedro, a todos, en Jerusalén, el día de la Cincuentena (o de Pentecostés)]

¡Judíos, y habitantes todos de Jerusalén!:

Dense por enterados de esto, y presten oído a mis palabras:

Estos no están borrachos, como ustedes se imaginan: ¡Son apenas las nueve de la mañana..! De lo que se trata es de aquello que el profeta Joel dijo, hablando en nombre de Dios y refiriéndose a los días finales:

"Cuando llegue mi día,
derramaré mi Aliento sobre todos
tus hijos y tus hijas,
y hablarán a sus prójimos
con voces que pondré en sus labios toscos.

"Sabrán cosas por sueños
las gentes principales y los jóvenes:
Regalaré mi Aliento
sin hacer distinciones
a criados, a sirvientes y a patrones.

"Muy alto, allá en el cielo,
se verán mis señales, y en la tierra
habrá sangre, humo y fuego:
¡El sol dará tinieblas
y la luna de sangre estará llena!

"Cuando llegue mi día,
que será un día muy grande y muy terrible,
conservarán la vida
los que en mí se cobijen:
los que busquen en mí guarida firme."

¡Escuchen mis palabras, israelitas!:

Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, gracias a las maravillosas señales de poder que Dios hizo entre ustedes por medio de él... ¡Esto ustedes lo saben perfectamente bien! Y saben que fue entregado, conforme a un plan bien definido, que Dios supo por adelantado y con el que él contaba.

¡Ustedes lo suprimieron, clavándolo por medio de la mano de los que no tienen la ley! Pero Dios lo puso en pie de nuevo, librándolo de los sufrimientos de la muerte. ¡Porque no era posible que él continuara sometido a ella!

A él se refiere David, cuando dice:

"Yo te miro, Señor, que me aconsejas
y en mi corazón me hablas, aun de noche.
Te tengo frente a mí. Tú me socorres
y me llenas de gozo y alegría,
y haces que por mi vida yo no tema:

"Tú no me dejarás morir por siempre,
ni tú tolerarás que me malogre:
Me mostrarás la senda de la vida,
me llenarás de gozos y delicias,
y a tu diestra estaré perpetuamente!"

¡Hermanos!: Permítanme hablarles con franqueza:

Acerca de David, padre de la patria, sabemos que terminó y fue sepultado. Y su tumba se conserva hasta el presente entre nosotros. Pero él era profeta, y sabía que Dios le había jurado un juramento:

"Que un fruto de su lomo
se sentaría en su trono."

Y, adelantando su mirada, habló de la puesta en pie del Elegido, que no lo dejaría morir por siempre, ni que toleraría que se malogre... ¡Dios puso en pie de nuevo a ese mismo Jesús, del que todos nosotros somos testigos!

Alzado por la mano de Dios, agarró de parte del Padre el Espíritu Santo prometido, y derramó esto que ustedes ven y oyen... ¡Porque no fue David quien subió al cielo!:

El mismo dice:

"A mi Dios, Señor Dios, a tu Elegido
le dijiste: 'Ven. Siéntate conmigo.
Pues yo mismo pondré a tus enemigos
debajo de tus pies y tu dominio'."

Que todo el país y la nación de Israel sepa esto sin ningún género de duda:

¡A él, Dios lo hizo Señor, y lo hizo Cristo!: A ese mismo Jesús al que crucificaron ustedes...

Así habló Pedro, y salió del apuro como pudo: No se trataba ya simplemente de expresar su propia comprensión de sí mismo y de Jesús, y de lo que todos estaban presenciando. Pedro argumenta, primero haciendo ver que no se trataba de una buena borrachera (¡Son apenas las nueve de la mañana..!), y pasando luego a decir, desde su propia mentalidad, lo que quería hacer ver; pero de la manera que juzgó más comprensible para la mentalidad de quienes lo escuchaban, la cual, por lo menos más o menos, comprendía.

Y se supone que, años más tarde, el mismo Pedro, si no escribió, pudo al menos escribir, tomándolo de alguna comunidad y diciéndolo de ella, cosas como ésta (1P 02: 09-10):

Ustedes son:

Una selecta raza,
comunidad de sacerdotes reyes;
una nación sin tacha;
un pueblo que él adquiere
para que a todos la noticia llegue:

Para que se publique,
en toda su grandeza y magnitud,
la hazaña tan insigne
de quien, más grande aún,
los llamó de las sombras a la luz.

¡Ustedes: 'Malqueridos' por un tiempo;
el día de hoy: 'Hijos de mi Corazón'!
¡Ustedes: por un tiempo, 'Puebloajeno';
el día de hoy: 'Pueblomío', Pueblo de Dios!

Y cosa semejante podría mostrarse acerca de Juan, citando el 'prólogo' de su evangelio (01: 01-18), su primera carta toda (1J), o aun el Apocalipsis (Ap), también a él atribuido.

Es claro, en breve, por estos textos (para no meterse con san Pablo –de quien Pedro escribió que podía malentenderse), que una cosa es la comprensión de uno mismo, de la Iglesia y de Jesús, por decirlo así, abusando del término, 'para uso meramente privado o de un pequeño comité', y otra muy distinta. la comprensión que se expone para otros, en el intento esforzado por pretender ser comprendido por ellos.

¿Cómo puede llegarse a esta 'comprensión', que supone que en algún grado quien la tiene va teniendo de ella una verdadera 'comprehensión? A esto dedicaré los párrafos siguientes:

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2007-08-03

009

009. Ese mismo 'comprender', y el 'no comprender' que se le contrapone, lo pintan los evangelistas al hablarnos de la relación del apóstol Pedro con Jesús:

Juan (06: 66-71) cuenta algo de cuando "...muchos de sus aprendices se fueron de retirada, y ya no siguieron andando con él.":

Entonces, Jesús les dijo a los Doce: —¿También ustedes quieren irse?—

Y Simón Pedro le respondió: —¡Señor! ¿Y a quién nos iríamos a acercar? ¡Lo que tú dices es la pura vida..! Y nosotros tenemos la confianza y la seguridad de que tú eres el que Dios tiene como su Seleccionado.—

Jesús les dio esta respuesta: —Yo los seleccioné a ustedes como La Docena...

Al parecer no mucho después de esto, pudo haber sido lo que de Pedro narra Marcos de esta forma (08: 27-38):

Jesús y sus aprendices salieron hacia los ranchos del norte, al otro lado.

En el camino les estuvo preguntando: "¿Quién dice la gente que soy yo?"

Le dijeron: "Unos, que Juan el bautizador; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas."

Y les preguntó acerca de ellos mismos: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?"

Pedro le responde: "¡Tú eres el Liberador, el Elegido!" Y les exigió que a nadie le dijeran nada acerca de él.

Empezó [luego] a enseñarles: "Es necesario que este ser humano sufra mucho, y que lo rechacen los veteranos, los sacerdotes y los entendidos, y que lo maten, y después de tres días vuelva a estar en pie."

Y hablaba la palabra sin ningún tapujo.

Pedro lo separó, y comenzó a regañarlo.

Pero él se volvió y vio a sus aprendices, y regañó a Pedro, diciéndole: "¡Vete donde no te vea, rival! Porque tu razonamiento no es de Dios, sino de hombres."

Llamó [luego] a la gente con sus aprendices, y les dijo: "Si alguien decide venir detrás de mí, renuncie a sí mismo y échese su cruz a cuestas; y sígame. Quien pretenda librar su vida, la echará a perder. Pero quien la eche a perder por mí y por la buena noticia, ese sí la librará.

Pues, ¿qué provecho saca alguien que gana todo el mundo y acaba con su vida? Porque, ¿qué podría dar un hombre como hipoteca por su vida?

Este ser humano, cuando ande con los mandaderos santos en la gloria de su padre, se avergonzará de quien se avergüence de mí y de mis palabras ante esta raza pecadora y adúltera.

Esto no fue en Galilea, sino en la tierra de paganos del Noroeste. Allí Pedro demostró, no sólo haberse sentido comprendido por Jesús, sino también haber empezado a medio comprenderlo: Sabía ya 'quién era Jesús'; aunque muy pronto, desde su incomprensión, se animó de buena fe a regañarlo.., con lo que se ganó la más severa reprimenda.., y aun algo que, aunque no se presenta como dicho exclusivamente a él, no puede menos de haberle sonado como clara amenaza: 'me avergonzaré de quien se avergüence de mí y de mis palabras'.

Podemos tratar de ser un poco comprensivos con Pedro e intentar comprender su corazón, que obviamente latía de diferente modo la tarde aquella referida, en Galilea, durante el episodio citado del Noroeste, o, antes de que cantara el gallo, aquel amanecer en que, como lo narra Lucas (22: 54-62) "Apenas lo detuvieron [a Jesús], lo condujeron y lo llevaron a la casa del jefe de los sacerdotes. Y Pedro lo iba siguiendo de lejos.":

Habían encendido una fogata en medio del patio, y estaban sentados, acompañándose; y Pedro se sentó en medio de ellos.

Una muchacha lo vio sentado frente a la lumbre, y, fijándose en él, dijo: "¡También éste andaba con él!" El lo negó, diciendo: "¡Ni lo conozco, mujer!"

Poco después, lo vio otro, y dijo: "¡Tú también eres de ellos!" Pero Pedro dijo: "¡No, hombre!: Yo soy otro."

Pasada más o menos una hora, uno más estuvo afirmando lo mismo. Y decía: "¡De veras que éste también andaba con él!: ¡Hasta se ve que es galileo!" Pero Pedro dijo: "¡No, hombre!: No sé ni a qué te refieres."

Al momento preciso, antes de que terminara de hablar, un gallo cantó. Y el Señor volvió la vista, y se quedó mirando a Pedro. A Pedro le vinieron a la memoria las palabras del Señor, cuando le dijo: "¡No va a cantar hoy el gallo, sin que tres veces me hayas negado!" Salió fuera, y lloró amargamente.

Es claro que, a pesar de su cariño ('cuando lo detuvieron y lo condujeron Pedro lo iba siguiendo de lejos'), en esta escena Pedro se portó inicialmente muy poco comprensivo con Jesús, al grado de afirmar no tener ninguna comprensión acerca de él ("¡No, hombre!: No sé ni a qué te refieres."), con lo que, en alguna forma, dejó a la vez de comprenderse a sí mismo, de dejar de saber 'quién era él' ("¡No, hombre!: Yo soy otro.").

Después, se topó con la mirada de Jesús... ¿Recordaría la amenaza proferida en las tierras del Noroeste? No podemos saberlo. Lo que Juan escribe es que, tras ser visto por Jesús, "salió fuera, y lloró amargamente". Nada fácil es conjeturar lo que significó ese llanto para Pedro. Para nosotros, ciertamente significa su plena confusión.., que viene siendo lo contrario de una plena 'comprensión': Dejó de comprender a Jesús, y dejó de comprenderse a sí mismo.

Fue necesario un nuevo encuentro para superar, al menos en algún grado, esa 'incomprensión': para que diera Pedro un paso adelante en su comprensión de Jesús y en su comprensión de sí mismo; para irse respondiendo a su pregunta '¿quién soy yo?' a partir de responderse a la pregunta '¿quién es Jesús?', y en la medida en que a ella se iba respondiendo; por cierto, en alguna relación con la comunidad cristiana, con la naciente Iglesia:

Este encuentro nos lo relata Juan (21: 01-24), que se presenta como testigo y actor del episodio, y al hacerlo completa un poco lo referido en los relatos anteriores; relato que acabará de ilustrar este punto de la comprensión que nos ocupa. Se refiere a algo que se presenta como sucedido después de la muerte de Jesús:

(En otra ocasión, más delante, Jesús se dio a conocer a los aprendices a orillas de la laguna del Emperador) Y fue de este modo:

° Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado 'el Cuate', y Natanael, el de La Caña, de Galilea, y los del Zebedeo, y otros dos de entre los aprendices de él.

Simón Pedro les dice: "¡Yo salgo a pescar!" Le dicen: "¡También nosotros vamos contigo!" Y en esa noche no agarraron nada.

Siendo ya la mañana, Jesús se paró en la costa (pero los aprendices no sabían que era Jesús). Entonces, Jesús les dice: "¡Niños!: ¿No tendrán ustedes algo para completar el almuerzo?" Respondieron: "¡No!" El les dijo: "¡Echen la red al lado derecho de la lancha, y van a hallar algo!" La echaron; y apenas sí tenían fuerzas para jalarla (por la multitud de pescados).

Entonces, el aprendiz aquel al que Jesús amaba, le dice a Pedro: "¡Es el Señor..!"

Simón Pedro oyó lo de que '¡Es el Señor!', y se amarró la camisa a la cintura (porque estaba desnudo) y se echó al mar. Los otros aprendices llegaron en la lanchita, llevando la red de los pescados (porque no estaban sino como doscientos codos lejos de la tierra).

Cuando subieron a tierra, miraron preparada una fogata, y un pescado puesto en ella, y pan.

Jesús les dice: "¡Traigan de los pescados que acaban de atrapar!" Entonces, Simón Pedro subió, y jaló la red a tierra (llena con dos veces siete oncenas de pescados grandes, menos uno, ¡y aun siendo tantos, la red no se rompió!).

Jesús les dice: "¡Vengan a almorzar!" Y ninguno de los aprendices se atrevía a inquirirle '¿quién eres?'... (¡son conscientes de que es el Señor!)

Jesús va y agarra el pan, y les da; y lo mismo el pescado (con ésta, ya fueron tres las veces que Jesús, ya levantado de entre los muertos, se les hizo patente a los aprendices).

° Luego que terminaron de almorzar, Jesús le dice a Simón Pedro: "Simón, el de Juan: ¿me amas más que éstos?" Le dice: "Sí, Señor: Tú sabes que te quiero." Le dice: "Lleva a comer a mis borregos."

Le dice por segunda vez: "Simón, el de Juan, ¿me amas?" Le dice: "Sí, Señor: Tú sabes que te quiero." Le dice: "Pastorea mis borregos.

Le dice por tercera vez: "Simón, el de Juan: ¿me quieres?" Pedro se entristeció (porque le dijo por tercera vez '¿me quieres?'), y le dijo: "Señor... Tú lo sabes todo. Tú bien sabes que te quiero. Jesús le dice: "Lleva a comer a mis borregos."

De verdad te digo la verdad: "Cuando estabas más joven, tú mismo te ponías el cinto, y andabas por donde tú querías. Cuando estés más viejo, tú vas a levantar los brazos y otro te va a poner el cinto, y te va a llevar a donde tú no quieras" (dijo esto para dar a entender con qué clase de muerte Pedro iba a llenar de gloria a Dios).

° Pedro se volvió, y miró al aprendiz al que Jesús amaba, que los iba siguiendo (el que durante la cena se repegó a su pecho y le dijo: '¿quién es el que te está entregando?'). Y, al verlo, Pedro le dice a Jesús: "Señor: Y éste, ¿qué?"

Jesús le dice: "Si yo quisiera que se quede hasta que yo regrese, a ti ¿qué? Tú, sígueme." (y corrió la voz entre los aprendices de que 'este aprendiz no se muere'. Y Jesús no le dijo 'no muere'; sino: 'si yo quisiera que se quede hasta que yo regrese, a ti, ¿qué?').

(Este aprendiz es el que da testimonio acerca de estas cosas, y es el que las escribió. Y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.)

Según el autor, que se presenta inicialmente, junto con su hermano, en la expresión anodina 'los del Zebedeo', al momento de ir a interpretar su papel en la escena, por algo se presenta en forma nueva: "el aprendiz aquel al que Jesús amaba". El que a sí mismo se comprendía como el más comprendido por Jesús, quiso hacer ver que reconocer y comprender al 'Señor' (así le llama ahora) es algo que más procede del corazón que de la mente; y que de ese corazón se desborda (mediante el ineludible recurso a una afirmación explícita) hasta comunicarse a otro, quien responde con su aceptación y comprende de quién se trata, y actúa inmediatamente en consecuencia: "se amarró la camisa a la cintura (porque estaba desnudo) y se echó al mar".

Sigue el almuerzo, para el cual ya los siete gozan de su propia comprensión de Jesús: (¡Son conscientes de que es el Señor!).

En la siguiente escena, dialoga Jesús con Pedro, y Juan comprende y acota el sentido de ese diálogo: Pedro se entristeció (porque le dijo por tercera vez '¿me quieres?'); pero de tal manera Jesús es comprensivo con Pedro, que le explicita nuevos elementos, ya antes insinuados en las tierras de Noroeste, para que Pedro lo comprenda más y se comprenda más a sí mismo, cosa en la que Juan se empeña en insistir: "Cuando estés más viejo, tú vas a levantar los brazos y otro te va a poner el cinto, y te va a llevar a donde tú no quieras." (Dijo esto para dar a entender con qué clase de muerte Pedro iba a llenar de gloria a Dios).

Sigue todavía una nueva aclaración, ésta para deshacer un malentendido (o una 'malacomprensión': (Y corrió la voz entre los aprendices de que 'este aprendiz no se muere'. Y Jesús no le dijo [a Pedro] 'no muere'; sino: 'si yo quisiera que se quede hasta que yo regrese, a ti, ¿qué?').

Termina el trozo citado con un nuevo paréntesis añadido, que delata la procedencia de los anteriores paréntesis, si no es que del relato todo, o aun de todo el evangelio 'de Juan': (Este aprendiz es el que da testimonio acerca de estas cosas, y es el que las escribió. Y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.)... Podría ser un buen recurso literario el que el autor terminara, como lo empezó, el episodio con una expresión más 'anodina' y cuasi 'menos personal', como aquella en la que se incluyó a sí mismo al iniciarlo ('los del Zebedeo'; 'este aprendiz'); pero ya la oración siguiente difícilmente puede referirse y atribuirse a él (o, por lo menos, sólo a él): Y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.

Dejados a un lado los personajes que en el episodio actúan, el 'nosotros' de esta expresión habla ya de otra comprensión: la de la Iglesia, o la comunidad cristiana, que (muy probablemente vinculada al testimonio juanino) explicita su comprensión de sí misma, y, en ella, la de Juan, que remite a la de la primera 'oncena' y a la de Jesús, que la reunió:

La afirmación última citada, en efecto, tiene un contenido abundantísimo: "Nosotros mismos, la comunidad, nos comprendemos a nosotros mismos, y, por lo tanto, podemos afirmar algo acerca de nosotros; en concreto: qué sabemos y qué no sabemos. Bueno: pues 'sabemos' que el testimonio de Juan es verdadero. No simplemente que él dice la verdad, sino que lo dice como testigo de ella, con intención de que le creamos lo que dice; es decir: de que confiemos en él, al menos como para creer lo que nos dice. Pues bien, así es: conocemos suficientemente a Juan y lo comprendemos (probablemente porque hemos sentido o intuido que él nos comprende), y hemos oído su testimonio, el cual hemos creído, por haber confiado en él, en el testigo.

"Pero todavía más: Nosotros, la comunidad, gracias al testimonio de Juan, hemos comprendido a la comunidad reunida por Jesús: a esa oncena, en la que también Pedro está incluido; y nos sentimos miembros de ella, por creer y confiar en ella. Tanto que ahora repetimos y calificamos su testimonio (decimos por ello, tras haberlo transmitido, que sabemos que nosotros sabemos que su testimonio es verdadero, obviamente para que quienes confíen en nosotros y nos crean, para que quienes nos comprendan y comprendan nuestro testimonio, a través de él comprendan más ampliamente y más a fondo nuestra comunidad, toda ella referida a Jesús, a quien en último término anunciamos).

"Y lo hacemos, desde la mejor comprensión nuestra hacia quien pueda leer este nuestro escrito, para que él mismo nos comprenda (que sepa quiénes somos y sienta con nosotros, de manera que crea y confíe en nosotros, para que sea también uno de nosotros). Así, siendo uno de nosotros, hallará por nosotros y con nosotros la respuesta a su pregunta: '¿quién soy yo?', allí donde más plenamente puede hallarla (como la hemos hallado ya nosotros): al creer y confiar en Jesús, y comprenderlo, pues la pregunta planteada encuentra su respuesta en la comprensión de la pregunta básica: ¿quién es Jesús?.. La misma hecha por Jesús en las tierras paganas del Noroeste: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?"

[Por aprovechar, sólo de paso, el contexto, ofrezco la explicación de mi traducción de una expresión del último pasaje ampliamente citado: ¿por qué el simple 'ciento cincuenta y tres [ekaton penthkonta triwn]' del texto griego lo traduzco con la perífrasis 'dos veces siete oncenas, menos uno'? Por esto simplemente: por evitar una interpretación aritmética del número ("resultado de contar o medir alguna cantidad"), y sugerir una interpretación simbólica, que consuene mejor con la época, el ambiente y el estilo evangélico de 'Juan': Los pescadores de la nueva pesca, anunciada meses antes en ese mismo lago, para esos días, habiendo fallado uno, formaban una oncena; y la expresión empleada les parece prometer no sólo un algo pleno (que el siete representa) en la pesca, sino el doble.., aun admitiendo que tampoco el éxito será absoluto, pues podrá escaparse algún pescado (no muchos, sino uno)... ¿Lo habrá pensado así el autor del paréntesis citado? Quién sabe, pero no veo por que no pueda haberlo hecho...]

Me parece que, habiendo explicitado parcialmente mi propia comprensión del asunto, algo he podido aclarar acerca de los varios sentidos de la palabra 'comprensión', aunque queda algo pendiente, a lo que volveré en seguida.

Antes, por no abandonar del todo el anterior contexto, me asomo ligeramente desde él a un uso más delimitado de la palabra 'comprensión', que puede llegar a escribirse y pronunciarse 'comprehensión':

Ya dije anteriormente que un maestro ha de comprender a sus alumnos y ayudarles a que comprendan sus lecciones. Pero el maestro no sólo (ciertamente lo principal) ha de comprender a los alumnos: habrá también de comprender lo que a ellos les enseña (o pretende enseñarles). Y desde aquí vuelvo al contexto:

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