2007-08-24

011

11. Tal vez pueda ayudar para ilustrar esto el atender centralmente al asunto central anteriormente planteado: '¿quién es Jesús?', porque parecería que a 'comprehender' una apropiada respuesta a esta pregunta se han dedicado muchos esfuerzos a través de veinte siglos de historia de la Iglesia. Lo cual no ha de extrañar, como que en la misma pregunta está implicada la otra, más inmediatamente urgente para los cristianos: '¿qué (o quién) es la Iglesia?; es decir: ¿quiénes somos 'nosotros'?

Es más: en la hipótesis en que nos hemos estado moviendo, una atinada respuesta a aquella sola pregunta viene a responder a la pregunta que todo hombre se hace, '¿quién soy yo?', y respondería así a la pregunta que todos los seres humanos nos hacemos, ya no en nuestra individualidad escueta, sino en la insoslayable intersubjetividad que nos conjunta; pregunta conjunta que se podría formular por este rumbo: '¿quiénes somos 'nosotros'?, entendido 'nosotros' por la humanidad entera, la de todos los tiempos y regiones.

Todavía, la misma pregunta admite formulaciones diversas, en el fondo equivalentes todas entre sí: ¿qué es la humanidad, es decir, la raza humana?, '¿qué es la 'humanidad'? (o sea, ¿en qué consiste que el ser humano sea precisamente 'humano'?), ¿qué es lo que humaniza al hombre?, y cualquiera otra que surja en la consciencia humana de quienquiera que, no contento con una condición de mero 'homínido', aspira a constituirse a sí mismo como 'hombre'.

Creo que esta pregunta única, y quizá la formulación de ella expresada al final del párrafo que a éste precede, es en último término la 'pregunta humana' por antonomasia, excelencia o eminencia: la que en el sentido más pleno amerita ser llamada 'humana', la que sobresale de entre todas las preguntas y la que en alguna manera está implicada en todas ellas a la vez que las implica.

A ella, como arriba quedó dicho, la comunidad cristiana ofrece una 'respuesta', no meramente verbal o conceptual, sino 'vital' o 'existencial': con su vivir mismo y en él, se responde a sí misma su pregunta, a la vez que la responde a los demás; a la vez, cabe precisarlo, que presenta u ofrece una respuesta a la consideración de los demás; más precisamente, según el sentir y juzgar de la comunidad, presenta 'la' respuesta, la más plena y auténtica respuesta que el hombre pueda darse, jamás para imponerla, sino como el mesero que presenta y ofrece un manjar a quien lo tiene a su servicio.

Esta 'respuesta' eclesial y viva a la pregunta es, en primer lugar, la Iglesia misma, la comunidad; pero toda ella es una comunidad referencial: un algo que no se explica en su 'es' ni en su 'qué es' sino por una referencia: la referencia a Jesús de Nazareth.

Esto, desde la teología cristiana. Pero creo puede afirmarse que cualquier otra teología que de verdad lo sea no tiene otra intención ni otro 'objeto' que la respuesta a la misma única pregunta básica del hombre. Y creo que esto vale, no sólo para lo que más estrictamente pueda ser llamado 'teología'; sino para cualquier germen o aun semilla de ella, en el grado de elaboración en que se halle (aun el meramente ritual o moral, o el meramente legendario o mítico).

La pregunta, pues, en la que me pienso detener, pasa a ser la pregunta por Jesús, el referente de la Iglesia: ¿quién es él? La misma que, según los evangelios, algunos emisarios del Bautista preso plantearon a Jesús, la que en varias ocasiones se hicieron a sí mismos los Apóstoles, la que al detenido Jesús preguntó solemnemente Caifás ante el pleno de la Junta Suprema de Israel, y la que Jesús mismo planteó a su grupo más cercano en los territorios paganos del Noroeste... Pregunta que, en el fondo, como parece claro por lo ya expuesto, se había planteado ya el Salmista (S 008: 04-07):

Estoy mirando el cielo.
Con mis ojos
las obras de tus dedos yo contemplo.
Ante la magnitud de su misterio,
yo me siento
inmensamente solo.
Y al mirar tus estrellas y tu luna
y tu universo incógnito,
surge en mi corazón una pregunta:

¿Qué ves en tu creatura,
en este hombre de lodo,
que tú, tan sin matices ni mesura,
haces señor de todo
y cuidas con desvelo y con ternura?

A la misma pregunta, Quelet se empeña en buscar una respuesta (02: 03):

¿En qué aprovecha el hombre
sus sueños, sus trabajos y sus búsquedas?
¿De qué le sirve entonces
lo que su vida ocupa:
sus afanes, sus ansias y sus dudas?

¿Que utilidad encuentra
en su diario quehacer y sufrimiento?
¿Y qué provecho dejan
días de trabajo intenso
y noches sin dormir y de desvelo?

Y el mismo sabio (llamado también 'Eclesiastés'), en su desesperación, en algún momento llega a dar el asunto por resuelto.., para volver en seguida a él y proponerse revisarlo (Ql 03: 16-21):

Yo, el maestro Quelet, sigo observando lo que sucede en este mundo:

En el mismo lugar donde las leyes se hacen, yo miro que los delitos abundan;
y en el tribunal de la justicia, la injusticia es el pan de cada día.

Y, al verlo, reflexiono en esta forma:

"Dios habrá de juzgar al justo y al malvado.
Pero cada cosa tiene su momento, y hay un sitio para cada una."

En resumen, esta es mi conclusión acerca del ser humano:

"Dios deja hacer al hombre,
para que experimente cómo vive:
Así, el hombre conoce
que en nada se distingue
de tantos animales como existen.

"El hombre y el animal
tienen un común destino,
y, al morir, por parejo
van a dar al mismo sitio:

"Uno muere y el otro también muere,
y el mismo aliento tienen uno y otro.
En nada supera el hombre al bruto:
y al igual se evaporan en un soplo.
Los dos vienen del polvo de la tierra,
y los dos van a dar al mismo polvo."

¿O será que el aliento del hombre sube al cielo,
y el aliento de la bestia baja a lo hondo de la tierra?

Dicho lo cual, regreso a la pregunta, '¿quién es Jesús?', para ir pasando a algunas consideraciones sobre las respuestas que la Iglesia ha dado a ella, algunas de las primeras de ellas expresadas con suficiente explicitud en los escritos que forman el Nuevo Testamento: ni en ellos, sin embargo, ni en los consecuentes, puedo detenerme demasiado, como ni asomarme quizá a las múltiples manifestaciones de ella en los más diversos productos culturales 'cristianos': imágenes, esculturas, cantos, música, arquitectura, peregrinaciones, rituales, oraciones, organizaciones, ejércitos y guerras, órdenes, apariciones, milagros, concordatos, aparatos jurídicos y de tormento, guardias suizos, medallas y monedas, etcétera, etcétera, etcétera...

Sin demasiada precisión, presentaré algunas respuestas neotestamentarias, no en su orden histórico, sino en un supuesto orden cronológico:

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