2007-07-19

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05. Esa comunidad tiene una historia casi ya bimilenaria, en la que ha crecido de unos cuantos a unos mil millones, y ha dejado numerosísimas huellas en la historia de la cultura universal, como las sigue dejando todavía. Se dice de ella que es continuadora del Pueblo de Israel; pero igual podría alguien decir que lo es del Imperio Romano o de la Atenas de Pericles a Aristóteles, o aun de la muy más antigua cultura conocida por 'caldea'.

Lo que sí es cierto es que en su larga historia, y en su extensión hoy casi ya mundial, ha cambiado numerosas veces de mentalidad y se ha adaptado, quizá menos veces o con menor tino de lo deseable, a las más diversas culturas; de modo que ha pasado de una comunidad unicultural de tipo amical o familiar a un muy amplio grupo humano multicultural, ciertamente en alguna manera unido, pero a la vez muy diferenciado y desunido.

Ese grupo, como todo grupo humano numeroso, cuenta con reglamentaciones, jerarquías y autoridades, sean éstas de índole jurídica o moral, y su legado histórico abarca muy numerosas y variadas expresiones, como imágenes, edificios, escritos, música, vestuarios, rituales, y muchos otros más, en que su mentalidad puede en algún modo 'leerse':

Podrá así reconocerse ella, por ejemplo, en los frescos de la Capilla Sixtina o en la bendición dada por la madre campesina al niño que por primera vez marcha a la escuela o al joven que sale del terruño hacia tierras extranjeras en busca de trabajo; igualmente, en las cruces de mármol que adornan un cementerio o en el oratorio 'Mesías' de Händel o las pastorelas navideñas populares, así como en numerosos toponímicos (baste como ejemplo el nombre de la capital de Chile) o en buena parte de la antroponimia corriente en Occidente.

Pero, de todo este legado cultural, el escrito sobresale, por su explicitez y facilidad de acceso (incrementada ésta por las impresiones de Gutenberg en el siglo XV, y, más recientemente, por la World Wide Web, desarrollada en 1989 por Timothy Berners-Lee). Y, dentro de él, ciertamente destaca la llamada 'Biblia cristiana', copiada casi sólo a mano por casi quince siglos, traducida a la enorme mayoría de idiomas, estudiada en abundantísimas escuelas y leída y releída aún (al menos parcialmente) en muy numerosos templos y en un buen número de hogares.

Es claro, con todo, que la Biblia no es el referente último (o primero) de la comunidad cristiana; como que la comunidad no surge de ella, sino ella brota de la comunidad:

No lo es, ciertamente, la primera parte de ella, conservada en su mayor parte también por la comunidad judía: el llamado 'Antiguo Testamento'. Pero ni siquiera el 'Nuevo', que presupone la existencia de la comunidad cristiana, como queda explícito en la mayoría de los 'libros' que lo integran (con la mayor obviedad, en los Hechos de los Apóstoles y en el Apocalipsis, pero con muy suficiente en las espístolas o cartas, así las dichas 'paulinas', como las 'católicas').

Es histórico el hecho de que en los primeros siglos cristianos hubo discrepancias acerca del contenido global de la Biblia, incluso del que formara el Nuevo Testamento, y que el 'canon' actual del mismo no fue fijado y aceptado por la comunidad sino hasta el siglo V y explicitado autoritativamente en el Concilio de Trento, en el siglo XVI (1546), con diferentes aceptaciones de las iglesias cristianas que no reconocen sin matices como autoridades a papas romanos y a concilios llamados ecuménicos.

No siendo, pues, la Biblia, y ni siquiera sus relatos evangélicos, la referencia central del cristianismo, y dándose éste, a través de siglos y regiones, con mentalidades muy diversas, ¿puede todavía hablarse de alguna referencia central a la que todo él se refiera..?; ¿de un punto o fenómeno central, al que cada cristiano se refiera y a la que todo el fenómeno cristiano en su conjunto se refiera?

La respuesta, por más que haya quizá de matizarse, parece ser afirmativa: La realidad histórico-social que puede designarse como 'el fenómeno cristiano' sí está referida ella a algo que le es central, a lo que puede designarse con el nombre de 'el fenómeno Jesús de Nazareth'.

¿Qué es lo que de este fenómeno sabemos?; ¿cómo hallamos en él una respuesta a nuestra única pregunta: '¿quién soy yo?':

Lo primero que sabemos acerca de 'el fenómeno Jesús de Nazareth' (al que podemos simplemente referirnos con un "Jesús" entrecomillado (que semánticamente no ha de confundirse con un simple Jesús, nombre propio de persona, con el que puede uno llamar o alguien que se llame así o simplemente designarlo)... Lo primero que sabemos, pues, acerca de "Jesús" es precisamente lo ya dicho: que a él se refiere la comunidad cristiana (a la que podemos, en breve y sin matizar, llamar 'la Iglesia').

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