2007-07-19

006

06. Afirmo, pues, que lo primero que sabemos de "Jesús" es que a él se refiere la Iglesia:

Digo, pues, que la respuesta a nuestra pregunta '¿quién soy yo?' la encontramos primeramente en la Iglesia y la recibimos de la Iglesia (una gran 'mamá'), y que ella es quien, al referirse ella misma a "Jesús", nos lleva a encontrar y recibir de "él" la buscada respuesta.

Podemos, en consecuencia, afirmar que, así como el bebé 'vive' de su mamá, así el cristiano 'vive' de la Iglesia, y así la Iglesia 'vive' de "Jesús".

En algún sentido, sin embargo, puede también afirmarse que la Iglesia vive de su Libro: la Biblia (la 'cristiana', se entiende, integrada por los dos 'Testamentos'); lo cual no anula lo antes afirmado de que la Iglesia es anterior a la 'Biblia':

Atendamos un poco ahora a ésta:

La Biblia cristiana, en la concepción cristiana de ella, suele comprenderse como constituida por algo así como círculos concéntricos, que pueden presentarse siendo tres:

El círculo central de la Biblia lo constituyen cuatro escritos, fundamentalmente narrativos, de apariencia biográfica, que narrarían la vida de Jesús: los evangelios, designados comúnmente conforme a su supuesta autoría (y antigüedad): Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Un segundo círculo intermedio contiene escritos de índoles diversas, que suelen distribuirse en tres conjuntos: El primero, de sólo un elemento, francamente narrativo: los Hechos de los Apóstoles, continuidad del Evangelio de Lucas, que habla del primer desarrollo de la Iglesia. El segundo, de tipo predominantemente epistolar, que comprende catorce 'cartas' atribuidas a san Pablo y otras siete a otros apóstoles: a Santiago (una), a san Pedro (dos) a san Judas (una) y a san Juan (tres), de las que puede decirse en general que atienden a cuestiones o problemas surgidos en algunas de las comunidades o iglesias cristianas del siglo I, pero que, sin contener sino mínimos elementos narrativos, indudablemente mantienen la referencia central a "Jesús": así la propia de ellas, como la de sus remitentes y sus destinatarios. Y el tercer conjunto, unitario como el primero, contiene sólo el Apocalipsis, atribuido generalmente a san Juan, iniciado por siete breves cartas a otras tantas iglesias, pero dedicado fundamentalmente a mantener la esperanza en la iglesia romana (de la ciudad y del imperio), en tiempos difíciles de persecución, 'esperanza' referida ciertamente centralmente a Jesús.

El círculo tercero, más amplio y exterior, recoge los textos de la biblia hebrea, completados con algunos llamados 'deuterocanónicos': Un total de cuarenta y seis textos en alguna manera independientes, de índoles diversas (narrativa, normativa, dramática, poética, sapiencial, etcétera) y que admiten diversas clasificaciones:

Por ejemplo: 'La Ley', 'los Profetas' (los 'antiguos' y los 'modernos'), 'los Escritos' ('los cinco libros', 'la literatura', 'los cantos', 'los otros escritos') y 'los Ultimos'; todos los cuales, separados o en conjunto, son considerados por la Iglesia también como referidos a "Jesús":

No sólo porque "Jesús" se originó del pueblo hebreo, ni porque "él" mismo recibió de la comunidad hebrea la respuesta a su pregunta; sino porque, para la comunidad cristiana, toda la comunidad hebrea, desde sus orígenes abrahámicos hasta la época jesuática, estaba referida (con grados diferenciados de consciencia), no sólo ella, sino su mismo Libro, precisamente al surgimiento de "el fenómeno Jesús".

Constatamos, pues, que la 'referencia' de la Iglesia o comunidad cristiana a su Biblia puede reducirse a su primera referencia: la referencia a "el fenómeno Jesús", fenómeno cuyo acontecimiento fundacional ha de ubicarse históricamente en la Palestina romana de la primera mitad del siglo I, si se consideran fuente histórica válida los dos escritos lucanos incorporados en la Biblia (un Evangelio y los Hechos de los Apóstoles (o Hazañas Apostólicas), escritos de los cuales el resto de la Biblia, y, en general, el de los escritos todos multiseculares de la comunidad cristiana, no difieren significativamente, al menos en lo relativo a esta ubicación y temporización del inicio de "el fenómeno cristiano".

Para quien, incorporado en este "fenómeno", halle respuesta a su pregunta (o solución a su problema) '¿quién soy yo?' en "el fenómeno cristiano" (la Iglesia), puede resultar urgente o necesario, pues, responderse a esta pregunta: '¿quién (o qué) es "Jesús"?; necesidad o urgencia que configuran las de una Teología, para la cual la pregunta guía no será otra que la misma: ¿Quién es "Jesús", a fin de cuentas..?

De donde infiero que, con la adecuada exégesis, es del todo válido el planteo expuesto en la carta transcrita al inicio de este escrito, motivo u ocasión para escribirlo: "Espero que la Teología sea una nueva aventura, en la cual comprenda al Cristo, el Hijo de Dios e Hijo del Hombre, y ante todo me enamore y me llene de él, para que con estos estudios pueda servir mejor a mis hermanos, por medio del servicio a esta Iglesia de Hermosillo en la cual me ha tocado vivir".

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